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Angie Catalina Martinez Rojas

El discurso del emprendimiento como colonización de la naturaleza humana

En “El fin de la naturaleza barata: o cómo aprendí a dejar de preocuparme por “el” medioambiente y amar la crisis del capitalismo” Jason W. Moore (2016) expone cómo el capitalismo está destinado al fracaso al no ser capaz de seguir produciendo una de las condiciones que lo mantienen en pie, la naturaleza barata. Así mismo, este mecanismo se ha sustentado en una definición particular y hegemónica del humano en oposición a la naturaleza (ibid., p. 147). Sin embargo, cuando pensamos en estos problemas de apropiación de recursos al campo de la naturaleza solemos mencionar recursos energéticos como el carbón o el agua, pero dejamos de lado que el cuerpo y la individualidad humana también son un territorio de disputa en el que las definiciones impuestas de naturaleza tienen y producen formas de explotación insostenible (2003). Al tener en cuenta esto podemos plantearnos la pregunta por ¿cuáles son las formas en las que el capitalismo produce naturalezas baratas en lo que tiene que ver con nuestra naturaleza como humanos y nuestras formas de vida? Voy a responder esta pregunta con un ejemplo puntual y actual defendiendo la tesis de que el discurso del emprendimiento como un fenómeno reciente del capitalismo tardío podría leerse como un trabajo de construcción y aprovechamiento de naturalezas baratas. Para sustentar esta idea desarrollo en un primer argumento cómo muchas veces el emprendimiento se alía con definiciones de lo que es la naturaleza humana para convencer a las personas de llevar a cabo su propia explotación y la explotación del ambiente en el que viven. En un segundo argumento, menciono cómo esto se puede convertir en una forma de trabajo no remunerado para los flujos internacionales del capital dentro de un “sistema-mundo” contemporáneo. En tercer lugar, intento mostrar cómo esto concuerda con la forma contradictoria e insostenible en la que se mueve el capitalismo.


Jason W. Moore y Enrique Leff insisten en que, en un contexto histórico de capitalismo, nuestra relación con la naturaleza está mediada por unos marcos conceptuales y unas prácticas vitales que terminan posicionándonos frente a ella no sólo como diferentes, sino también con la potestad de apoderarnos de ella y de usar indiscriminadamente sus recursos. En este sentido, Moore elabora la idea de que uno de los mecanismos fundamentales del capitalismo como problema histórico es la adecuación del “trabajo no remunerado al servicio de la producción mercantil” (p.147). En la época en la que vivimos, esta adecuación es cada vez menos eficiente a la hora de construir y aprovechar fuentes de recursos “naturales” o en sus palabras, para la “creación de formas de naturaleza barata” de las que dependen los dueños de los capitales para poder seguir sustentando su margen de ganancia. Este esquema facilita una relación extractivista con las materialidades y agencias que habitan el mundo. Esto no solamente incluye a los minerales bajo la tierra o los flujos de agua, sino también a los cuerpos y las disposiciones de trabajadores.


Desde este marco conceptual podemos entender más fácilmente cómo el emprendimiento se alía con definiciones de lo que es la naturaleza humana para convencer a las personas de llevar a cabo su propia explotación y la explotación del ambiente en el que viven. Esto es así porque los circuitos de producción se asocian con un discurso esencialista de la naturaleza humana que la define como una especie innovadora y competitiva. De modo que los contextos capitalistas actuales se enfrentan al problema de que “la demanda de naturaleza barata por parte del capital aumenta más que su capacidad de asegurarla” (Moore). La naturaleza entendida como una despensa virgen e infinita se sostiene cada vez menos y el énfasis parece recaer cada vez más en cada quién. Cada quién es responsable de lograr su propio éxito a pesar de las condiciones precarias en las que vive. Ante este panorama el entender al humano como un ser “guerrero” o “luchador” y “competitivo” por naturaleza funciona como una manera de justificar y mantener a las personas en sus trabajos y vinculados a estos circuitos de producción que son los mismos que los perjudican. Por otro lado, entender al humano como un ser dado a la innovación tecnológica (más allá de ser cierto o no) tiene el efecto de justificar y delegar el trabajo de encontrar otras formas de explotación de ambientes que ya tienen un alto desgaste.


Estas formas discursivas que justifican la autoexplotación y la responsabilización individual son efectivas al vincular a poblaciones enteras con circuitos de flujo de capital internacionales. La mejor manera de explicar esto es con el ejemplo, entre muchos otros, de las empresas multi nivel como Natura o Herbalife: Las personas convencidas con un discurso que les promete salir adelante gracias a su propio esfuerzo (naturalizando también la relación entre esfuerzo y éxito) compran productos que ellos mismos tienen que vender con un gasto muy alto y un margen de ganancia muy bajo. Sin embargo, son los productores de Herbalife o Natura quienes concentran el mayor flujo de capital y los que contribuyen con la pauperización del planeta a través de la contaminación y la utilización de recursos derivados del petróleo para producir envases etc. El esfuerzo no remunerado que estas personas hacen para mantener su vida de emprendedores es aprovechado así por estas empresas.


Responsabilizar a las personas que viven en ambientes precarizados por las acciones del capital a través de la definición de la naturaleza humana como emprendedora se inscribe dentro del funcionamiento contradictorio del capitalismo porque desgasta y atenta contra las múltiples formas en las que puede surgir la reproducción humana. Coloniza las formas de esforzarse e innovar obligándolas a que tienen que ser productivas dentro de un esquema capitalista del valor y desecha todas aquellas formas que no contribuyen a la formación de naturalezas baratas que aseguren el flujo de riqueza hacia los centros de capital.


En conclusión, ciertos discursos del emprendimiento que son movilizados en poblaciones vulnerables o precarizadas reproducen las contradicciones esenciales del capitalismo que señala Moore. Ante esta problemática aparece la necesidad de escuchar el llamado de la ecología política en la que es necesaria “una lucha por la desnaturalización de la naturaleza: de las condiciones “naturales” de existencia…” a través de la adopción de una perspectiva de la naturaleza “política, donde las relaciones entre seres humanos entre ellos y con la naturaleza se construyen a través de relaciones de poder (en el saber, en la producción, en la apropiación de la naturaleza) y los procesos de “normalización” de las ideas, discursos, comportamientos y políticas” (Leff, 2003, p. 5). Esto es sumamente pertinente en el campo del diseño y del arte si tenemos en cuenta cómo la postura dominante de la “economía naranja” se utiliza para imponer estas formas de entender al ser humano. Esto deja abierta la pregunta sobre cómo puedo vincularme desde mi carrera de una manera más responsable y crítica frente a este acomodo político que busca reducir la naturaleza humana a su valor y capacidad productivas dentro de un circuito desigual y mezquino de flujos de capital.


Referencias


Moore, J. (2016) El fin de la naturaleza barata: o cómo aprendí a dejar de preocuparme por “el” medioambiente y amar la crisis del capitalismo. Relaciones Internacionales, 33: 143-174.


Leff, E. (2003) “La Ecología Política en América Latina. Un campo en construcción”, Polis, consultado el 30 septiembre 2020. Recuperado de: http://journals.openedition.org/polis/6871


Brown, W. (2015) Undoing the Demons: Neoliberalism’s Stealth Revolution, New York: Zone Books.

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